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GLOBALIZACION

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La globalización es un fenómeno altamente complejo, cuyas facetas, por si solas, se erigen en intrincada maraña para el profano: solamente el papel del Internet, uno de los elementos capitales dentro del proceso de globalización propiamente dicho, esta afectando poderosamente las soberanías nacionales, el capital y las finanzas mundiales, las relaciones sociales y la formación intelectual de millones de personas, al mismo tiempo, en todo el mundo.
Muchos se preguntan que es la globalización. La visión mas generalizada sobre el concepto de globalización la describe como un proceso de cambios en las economías nacionales, cada vez más integradas en sistemas sociales abiertos e interdependientes, sujetos a los efectos de la libertad de los mercados, las fluctuaciones monetarias y los movimientos especulativos de capital. Sin embargo, creer que la globalización tiene exclusivamente un aspecto económico seria despojar al hecho económico de su esencia: es un acto realizado por seres humanos, y como tal producto de convicciones éticas matizadas por creencias políticas y religiosas. 
Las respuestas a las preguntas sobre la globalización, inclusive las mejor elaboradas, tienden a obviar el elemento central de todo proceso de unificación planetaria, que es identificar la globalización como un proceso de integración llevado por la vía económica, cuya pretensión ultima es la instauración de un gobierno mundial único. Por eso entre las manifestaciones mas importantes, pero no siempre tan evidentes, de la globalización se encuentra la unificación de los textos legales en América Latina, donde comprobamos fehacientemente como la integración legal ha sido llevada al extremo de obviarse las realidades nacionales culturalmente diferenciadas para proponer y sostener una legislación fabricada artificialmente.
Los orígenes del proceso globalizador, económicamente considerado, se remontan unos al final de la Segunda Guerra Mundial y otros a momentos posteriores, tales como el inicio de la guerra fría, durante la década de los años sesenta. No obstante, constatamos fácilmente que los intentos del hombre por establecer un gobierno mundial, integrado y global, son muy antiguos, aunque no siempre aparezcan textualmente indicados, ni sus proyecciones básicas sean de carácter económico. Por ejemplo, el libro final de la Biblia, el Apocalipsis, contiene una mención política decisiva: para los judíos, el fin de la historia del hombre radica en el gobierno terrenal de Dios, efectuado desde Jerusalén como capital mundial, lugar a donde los reyes de la tierra… traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones; y en ella habrá un árbol de la vida, cuyas hojas sirven para la medicina de los gentiles. Así, Jerusalén se convierte en la capital mundial receptora de las riquezas y dadora de la salud, lo cual no es, como parece a primera vista e independientemente del valor religioso conferido a estas afirmaciones, una simple descripción idílica de la vida humana en presencia de su Señor. De hecho, para los alemanes de la primera mitad del siglo veinte, esas afirmaciones equivalían a una declaración de dominio político que debía ser combatida, tal como proponían los autores de la obra Los Protocolos de los Sabios de Sion: los planes secretos judíos para dominar el mundo.
Planes de integración mundial estuvieron decididamente presentes en todos los imperios conocidos del mundo antiguo: por esa integración mundial lucharon los persas de Ciro, Darío y Jerjes; los griegos de Alejandro Magno; los cesares romanos; los europeos del Norte con Carlomagno y su sacro imperio romano germánico; los aguerridos soldados de Bonaparte y, en fin, decenas de emperadores europeos intentaron estructurar un gobierno mundial o, cuando menos, que integrara en una sola las diversas naciones europeas.
Lo verdaderamente novedoso de la globalización que conocemos y sentimos hoy día no es su finalidad, o propósito ultimo, sino la forma en que ese proceso ha renacido y se ha impuesto, prácticamente por su propio peso, en el mundo actual. Esa novedad de lo antiguo es proporcionada por la tecnología. Antiguamente considerada como un hacer de la ciencia, el producto de lo que los científicos habían pensado, la tecnología moderna supera todos los esquemas para convertirse en una fuerza autónoma, cuya presencia ha terminado por obligar a las naciones a impulsar la globalización como una necesidad impostergable, pues ha trastocado todos los esquemas y bases de la sociedad moderna. De hecho, el avance tecnológico ha propiciado una revolución, que comienza a ser llamada como revolución informática, equiparable pero superior en sus dimensiones y efectos a la ultima gran conmoción productiva mundial, que lo fue la llamada revolución industrial, y que ha dado origen a que los sociólogos y antropólogos de avanzada consideren que la humanidad se encuentra, en la actualidad, en la era informática.
Sostenemos que la revolución tecnológica obliga a la realización de un mundo integrado porque esencialmente ha producido un cambio radical en las diversas manifestaciones de la cultura, en la forma en que las personas se comunican, en la forma de adquisición y el contenido del conocimiento, en la viabilizacion y sostenimiento de los ordenes políticos y, para no citar otros aspectos, en la base económica de los capitales nacionales. Quienes manejen ese proceso, sea por su mejor capacidad o poderío, sea económico o militar, incidirán decisivamente en el comercio mundial, en la producción de bienes y servicios, en el control económico… y, por tanto, en el control político. Ante tal poder uniformizador, la retracción significa, simplemente, desaparecer.
                                
                              
 
 
 
 
 

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