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La aldeanita y el principe

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La aldeanita y el príncipe

Alondra

Hace muchos años, Europa no estaba políticamente dividida en países como está ahora; existían pequeños reinos que, constantemente, guerreaban entre sí, sobre todo si eran limítrofes.

Los reinos vecinos de Snowden y Stanfored habían tenido muchos problemas de diversa índole que, felizmente, se solucionaron a tiempo, gracias a un Acuerdo de Amistad y Cooperación, celebrado entre ambos reyes, antes de que la sangre llegara al río.

Los reyes, aparte de solucionar sus problemas, se hicieron entrañables amigos, acariciando en secreto, la idea de un matrimonio entre sus vástagos.

La princesa heredera del trono de Snowden llamada Katherine, era una bellísima joven de piel muy blanca y los ojos y cabellera intensamente negros como su madre, cuya belleza italiana había heredado. La cabellera le llegaba hasta las rodillas, siendo el orgullo de la jovencita.

Cuando empieza esta historia, Katherine tenía veintiún años y un carácter orgulloso e irascible que la hacían el terror de los sufridos sirvientes que la atendían.

George, hijo del rey de Stanfored, era un joven rubio de ojos azules que reflejaban la placidez de su alma, siempre estaba presto a ayudar a sus semejantes y le agradaban la poesía, la música y la danza como también la lectura; adoraba a los animales tanto como Katherine los detestaba.

Mientras él se preparaba para ser un buen gobernante, la orgullosa princesa, vivía cuidando su belleza que era casi lo único que le interesaba; y decimos casi, porque su otra preocupación era encontrar un joven príncipe que se enamorara de ella y la desposara.

Así las cosas, el padre de George da un gran baile en la corte, para celebrar el cumpleaños vigésimo quinto de su hijo; a dicha celebración asisten bellísimas jovencitas entre princesas, condesas, baronesas o simplemente damitas de la corte; pero entre todas ellas brilla con luz propia la bellísima heredera de Snowden, quien al ser presentada al príncipe, causa en éste una impresión tan fuerte que él no puede evitar, porque es su temperamento artístico quien se rinde ante tanta belleza; aún no podemos hablar de amor, que al ser éste, un sentimiento tan elevado requiere, para ser verdadero, de un total conocimiento tanto físico como espiritual, siendo más importante el aspecto espiritual que es imperecedero, al contrario del físico, que es perecible.

Los jóvenes príncipes pasaron una noche muy agradable, bailando y conversando a más y mejor, y cuando se separaron ya eran amigos.

La amistad se convirtió al paso del tiempo en una relación más seria, el príncipe iba frecuentemente a visitar a la bella y es así como se hicieron novios.

Pero cuánto más la trataba, más se iba desilusionando George de Katherine. Es que no compartían nada; ella embebida en su belleza y en sus lujosos atuendos, no quería pasear por los jardines porque el sol podía estropear su piel de alabastro y arruinar la tierra sus primorosos zapatos de fino satén. Al no tener ella tema de conversación, empezaron a aburrirse como ostras cuando estaban juntos y es ese el motivo de que George empezara a espaciar las visitas a su joven novia.

Un día, la madre de George, conocedora de los gustos de la futura esposa de su hijo, le pide a éste que le lleve un par de zapatitos bordados en piedras preciosas que ella había mandado confeccionar a su zapatero especialmente para ella; con el fin de afianzar el noviazgo.

Parte George y al despedirse de su mejor amigo Scott, le hace una confidencia, no ama a Katherine y no sabe que hacer para romper el compromiso con ella. Luego raudo se dirige al encuentro de su destino.

Ya en el reino vecino encontrándose aún lejos del castillo real, a George le atenaza la sed y en plena campiña divisa a lo lejos una aldeana hacia la cual se dirige, para solicitar su ayuda.

Al acercarse a la mujer descubre que es muy joven, casi una niña, y de una belleza serena excepcional. La niña, que no representaba más de quince años, como descubrió más tarde que así era, tiene los ojos y el cabello que lo lleva trenzado y que le cae hasta la cintura, de un color miel muy bonito, es muy linda esta joven aldeana, a cuyos ojos se asoma un alma inocente y pura.

Al manifestar el príncipe que tenía mucha sed, ella diligentemente le ofreció todas las naranjas que llevaba en su canasta de mimbre, a fin de que él se sirviera las que quisiera.

El príncipe le preguntó su nombre, a lo cual ella respondió que se llamaba Solange y él inmediatamente le dio el suyo. Al ignorar ella, que él era un príncipe de sangre azul, espontáneamente entabló una amena y fresca conversación, descubriendo ambos que tenían mucho en común.

Al pasar el tiempo, la amistad se fue consolidando y cuando se veían daban largos paseos por el campo ya que a ambos les agradaba la naturaleza. Por fin descubrieron que se amaban; y el príncipe, le confió lo que aún era un secreto, a su madre pidiéndole un consejo para salir de tan penosa situación. Solange, que todavía ignoraba todo, al escuchar por boca de él, que era el heredero al trono, desapareció, creyendo que él se había burlado de ella; no salía de su casa para evitar encontrarlo.

Por fin el príncipe descubrió su paradero y habló con sus padres a quienes les explicó la verdad de sus sentimientos y ellos que eran honrados y sencillos aldeanos le creyeron e influyeron en Solange para que confiara en sus palabras.

Solucionado el entuerto, George le pidió a su madre que hablara

con el rey, para que comprendiera lo que sentía.

Los padres recibieron a la niña y al conocerla comprendieron a su hijo, pues Solange era una criatura excepcional que merecía su amor. Al enterarse Katherine que había perdido el amor de su novio por una aldeana, según ella "insignificante"; no paró hasta conocerla y al hacerlo comprendió que Solange había, sin quererlo ganado la batalla en buena lid; se hicieron grandes amigas y esto la motivó a que poco a poco fuera cambiando y terminara convertida en una agradable personita digna de ser amada.

George y Solange se casaron en una fastuosa ceremonia que dió mucho que hablar y a la cual asistieron muchos vecinos y parientes venidos de lugares lejanos.

Antes de la ceremonia religiosa, los padres de Solange pidieron hablar en privado con los reyes a los cuales les revelaron el origen de la jovencita: Ellos no eran los verdaderos padres de la bella, simplemente la habían criado ya que la encontraron tan pequeña e indefensa en el bosque.

La reina recordó que a una prima suya, la Condesa de Harrow, le habían robado su bebé hacía trece años aproximadamente.

Haciendo las averiguaciones se comprobó que Solange y la bebé raptada eran la misma persona.

Todos fueron muy felices y con el correr del tiempo George y Solange fueron muy buenos gobernantes adorados por su pueblo; bendiciéndoles Dios con dos hijos un varón y una mujercita.

¿Y la orgullosa Katherine? Fue muy feliz al lado de Scott quien al ver su drástico cambio, la amó tan profundamente como antes había admirado su etérea belleza.

Ambos reinos vivieron en paz y Scott tuvo tres hermosos hijos varones con su adorada Katherine.

 

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